jueves, 21 de abril de 2011

A propósito de la CNTV.

Por estos días, hemos oído en radio bastantes elogios al proceso plenario que se sigue en el Congreso en torno a la Comisión Nacional de Televisión. Se habla de su probable cierre y de su reestructuración a la sombra del nuevo (y modernizado) Ministerio TIC.
No hay que ser un experto analista para emitir juicios ante el eventual cierre. La desaparición de la CNTV nos beneficia a todos los colombianos. Es errática, omnipresente y se vanagloria de su omnipotencia.
Sus estrategias de control son absurdas y no ocultan (tampoco se preocupa por hacerlo) el clientelismo subyacente. Qué lógica tenía seguir ofertando una licitación, para el tercer canal nacional comercial abierto, con un único proponente. Tampoco implica esta opinión, una felicitación a la decisión de la Sala Plena del Consejo de Estado que el pasado 22 de marzo detuvo el proceso. Es una continuación obvia de la miopía administrativa que existe alrededor del tema de la televisión en nuestro país. Miopía alentada, en ocasiones, por la ceguera académica de algunos “expertólogos” del “educar, informar y entretener” televisivo.
Pero sigamos con la CNTV. Sus mecanismos de pseudo-promoción son inoportunos y ostentosos. Comerciales, cartillas, debates, logos en presentaciones de Power Point de directores de asociaciones de canales comunitarios y conferencias de “técnicos” expertos sobre “el futuro” de la televisión, son tan solo indicadores de gestión. Esos que sustentan su “operatividad”.
Lo que más molesta es su vigilancia y control. ¿Qué vigila la Comisión? ¿Qué controla la Comisión? No hay que ser un experto para hablar como televidente: Nada en absoluto.
Cómo es posible sancionar un Canal sin ánimo de lucro por promover el análisis de la pornografía televisiva. Es decir, la libre promoción de imágenes de sexo y violencia, por sí solas, no son objeto de sanción o censura, pero referirse a ellas, al parecer lo es.
Tratar de entender la lógica de la Comisión, no es complejo. Si aceptamos que todavía existen “asesores” de la educación y la cultura, que no han comprendido la lógica del consumo televisivo, es apenas obvio que la CNTV se haya valido de premisas de comportamiento social cobijadas en ciertos cánones de lo “moral”. Al fin y al cabo estamos en el país de las buenas maneras y costumbres, según parece.
Creemos que desmontar una entidad con autonomía de operación, en un país donde la mayoría estamos satisfechos con lo que nos ofrece la televisión (los únicos inconformes son algunos profesores y periodistas que al parecer no han cambiado las baterías de su control remoto), es toda una quimera. El Estado funciona de acuerdo a la “competencia” de sus entidades, y en ese sentido, es una fantasía que el Congreso clausure una Comisión que hace comerciales y cartillas, ofrece foros, produce y patrocina programas (que nadie o casi nadie ve), y representa el trabajo de delegados “expertos” en televisión de entera confianza para los agremiados.
La última noticia de la CNTV proviene del aplazamiento en la elección del Comisionado representante del gremio de actores, directores y libretistas hasta diciembre. Cabe entonces la especulación. ¿Planea el gobierno ahorrarse los casi doscientos millones de pesos que tendría que cancelarle a este corporado eligiéndole hoy? ¿envía el Estado una señal inequívoca de su deseo de acabar con la CNTV?
Solo esperamos que algún día alguien represente los intereses de nosotros los televidentes y no interprete diagnosticaciones teóricas absurdas de estudios técnicos que año tras año arrojan el mismo resultado: los efectos de la televisión dependen del contexto que rodea la industria.

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