miércoles, 31 de octubre de 2007

TELEVISIÓN DE CAPA CAÍDA

El siguiente es el texto publicado el pasado mes de septiembre en La Hoja, periódico que desde entonces cuenta con la colaboración de Mauricio Velásquez y su sección Pantalla Plana.



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Televisión de capa caída

¿Para qué esperar que me pongan un video si lo puedo ver en youtube.com? Los jóvenes de Medellín no se están identificando con su televisión. Los estudios lo demuestran

Los jóvenes cada vez la ven menos, parece estar de salida. Y nuestra televisión de interés público no seduce públicos, los está perdiendo. Eso dice el autor. Debate necesario

Por Mauricio Velásquez*

El ejercicio no es complicado. Hágase al lado de cualquier muchacho de 20 o menos años. Pregúntele qué programa de Teleantioquia, Telemedellín, Canal U, Televida o Cosmovisión ve regularmente, es decir, con cuál cumple religiosamente el ejercicio de ser televidente. La respuesta podría dejarlo preocupado, como a muchos, pero hoy, y como siempre, los sordos resultan ser los que hacen los programas de televisión.

En un mundo abocado sin remedio a la multimedialidad es necesario pensar la televisión una vez más para darnos cuenta que ya ni siquiera la palabra paradigma aparece para definir un dispositivo inacabado e indefinible. Hoy se enciende el televisor para poner una película en el reproductor de devedé, para jugar en el Play Station, para acompañarse y hasta para oír música, incluso algunos ven televisión en una pequeña ventana ofrecida por el computador cuando se está en Internet. Y eso es lo que hacen los pelaos.

¿Ha muerto la televisión? No necesariamente, solo que ese objeto inanimado pero mágico por sus principios electromagnéticos se convirtió en una entelequia tan fuerte como la moda. Pasó de electrodoméstico trasgresor y paradigmático a mueble accesorio y la revolución digital comenzada por el computador lo amenaza con caer en desuso.

¿Para qué esperar que me pongan un video si lo puedo ver en youtube.com? Los jóvenes de Medellín no se están identificando con su televisión. Los estudios así lo demuestran y la deserción es cada vez mayor.

Hace poco apareció la llamada primera ola del Estudio General de Medios: en Medellín tenemos un descenso del 1% de televidentes, de 1.920.000 pasamos a 1.909.200. ¿A dónde se fueron? ¿Quién se ha pronunciado? ¿A quién le importará? Por lo general cuando estas cifras aparecen, los canales introducen en una sola casilla el total de televidentes sin discriminar por grupos poblacionales de edad: a Fulanito lo vieron tantos más y a Zutanito lo vieron tantos menos.

Lo preocupante es que la opinión frente a la televisión pública en Medellín está en un punto de inflexión preocupante: la franja de los 18 a 24 años de edad disminuye a razón de un 4.7%. La lectura de esta disminución no es ni mucho menos descabellada. Los intereses lúdicos de los jóvenes llegan a su tope, se desplazan a otros lugares que reflejen sus intereses en contextos estéticos y emocionales, y terminan por abandonar como televidentes regulares la oferta local.

Y si a la deserción le sumamos que los comentarios aparecidos en los medios no son escritos por jóvenes o por alguien que los represente, pues podemos decir que a la televisión de nuestra región le queda de vida, la vida que le quede al último de los fanáticos de Serenata.

A partir de 1998, cuando aparece la televisión privada en Colombia, la Comisión Nacional de Televisión (CNTV) introduce unas definiciones variopintas para separar el deber ser de cada oferta, los canales públicos (sostenidos con el dinero de todos) y aquellos privados o mixtos con énfasis en televisión educativa y cultural comienzan a introducir un discurso poco constructivo y que muy pocos leen en su alcance.

Palabras más, palabras menos, ahora encontramos este tipo de discursos de los canales públicos: “sabemos que nosotros no somos masivos, que las preferencias del televidente giran en torno al entretenimiento, nosotros somos una alternativa más, lo que pasa es que el televidente de nosotros es diferente y busca cosas valiosas que lo acompañen en la construcción de su identidad y el rescate de sus valores”.

Esa afirmación es como para analizar paso a paso. Primero, al parecer ya reconocieron que el Coco de la televisión por cable ya no es tan Coco ni suntuario; que todos o casi todo el que es televidente tiene un sistema que le permite multiplicar su oferta.

Segundo, al parecer entretenimiento es algo que se aleja del uso público (incluso desde la definición que plantea la CNTV).

Tercero, al parecer por culpa de la superoferta, la televisión Educativa y Cultural en Colombia no está en la obligación de ser masiva; basta con que el Estado garantice la cobertura, si no es vista, no es su problema.

Cuarto, al parecer se necesita cierto grado de alfabetización para ver esta oferta. Al decir “nuestro televidente” hay una distinción e indica que hay televidentes mejores que otros. Y ¿qué estudio o investigación se ha hecho en Colombia sobre cualificación de televidencias? ¿Quién en nuestro país o en cualquier lugar del mundo puede decir qué televidente es mejor que otro? Aquí se han hecho varios estudios de percepción, no más.

El problema de fondo con este tipo de afirmaciones es que atentan contra un derecho que por ser derecho no se otorga. El Estado tiene la obligación de crear televisión para ser vista, oída y sobre todo acogida; no es un reto, es una obligación por los miles de millones de pesos que se invierten en ella. Esta frase no segmenta audiencias, segrega públicos.

El punto es que me quedó en punta la columna Tele crochet de Elkin Obregón, en La Hoja de julio. Comparto las ideas de sus amigos (“opinaron que la TV nuestra estaba en su peor momento”), pero discrepo con meter en el costal solo a lo “privado” (“Me atreví a disentir, aunque luego se supo que hablaban de los canales privados, y, en ese caso, tal vez llevan razón”). Vale la pena un análisis de profundidad porque la cosa se torna peliaguda para lo “público”.

Podrá decir Elkin muchas cosas con respecto a lo bueno que hay, (“…es preciso nombrar un canal estatal, Señal Colombia, que nos hace callar a los ácratas”) La reflexión es simple, los programas Culturama y La Sub30 son sin dudas lo mejor que se ha hecho por la televisión pública en años, pero no les alcanza por la misma complejidad del dispositivo televisivo que sentencia algo muy simple: ¡con bonito o bacano no alcanza!

Los de La Sub30 —programa muy favorito de varios pos30— y Culturama tienen que luchar con el estigma y el estereotipo de pertenecer por siempre jamás al epíteto de “educativos y culturales”, sinónimo por años de robo, baja calidad audiovisual y pobreza de contenidos. La tienen cuesta arriba por algo bien simple: iniciaron la faena sin el televidente. Algo así como preparar el mejor sancocho que se ha hecho en el barrio, sin el barrio. Y todos sabemos a que sabe el sancocho frío.

Cuando se lanza un producto, así sea cultural, se deben manejar expectativas de impacto para su consumo. Sí, ¡consumo!

Por cierto, que jartera la construcción de paradigmas humanísticos al nombrar al simple televidente “espectador”, “consumidor” o “ciudadano”. El televidente es televidente. Tenemos que volver a algo tan básico como complejo para entenderlo.

El 17 de julio, en la tertulia ¿Cuál imagen de país nos fabrican los medios de comunicación? —del ciclo organizado por La Hoja y el Colombo Americano—, el crítico Ómar Rincón, quien antes que teórico es televidente, decía que no hay televisión en el país que lo represente como nación, hay una imagen que lo vende: “somos un chiste flojo de Sábados Felices o personajes para documental de Señal Colombia”.

Lo bueno de oír otra vez a Ómar Rincón es que se ratifica que la televisión pública, en especial Señal Colombia, es “una imagen fragmentada que convoca a los bogotanos y que sin duda no refleja lo que somos”. Además la inteligencia de algunos contenidos y conductores es grosera, no invita sino que mira con desprecio al que no sabe, no lo convoca, no lo conduce y no lo seduce. El problema es que en este país algunos pocos aplaudan esa segregación y después hablen de segmentación. En fin, amanecerá y veremos…televisión.

*Maestro en artes plásticas. Profesor, investigador y realizador de televisión. Director del programa Un Gran Escenario (Telemedellín). Desde esta edición tendrá una columna en La Hoja acerca de medios de comunicación. Su blog: www.elcajonteve.blogspot.com