martes, 29 de mayo de 2007

¿Segmentar audiencias o Segregar Públicos? La gran paradoja del uso público de la TV.



Seguramente usted como televidente hace parte de un grupo selecto porque su canal de Televisión predilecto lo señala como público objetivo, o en otros casos como Target, expresión anglosajona con la cual se determina a quien SI y a quien NO se quiere incluir como consumidor de un producto. Seguramente usted como televidente hace parte, como diría una ex – emisora bastante reconocida[1] y recién desaparecida (muy a pesar de muchos pesares), de una inmensa minoría.

Tal vez usted como televidente no conoce de primera mano frases como: nuestra audiencia o nuestro público; términos acuñados por los canales de interés público en circuitos propios a la academia del pensamiento televisivo como foros, conferencias y encuentros donde investigadores y un puñado de estudiantes hablan de sintomatologías propias del repensado cajón del entretenimiento. (Seguramente usted no las conoce porque paradójicamente a aquellos espacios pensados para la construcción del discurso televisivo no asisten televidentes)… !!!!Sin Comentarios!!!!

En la segmentación de las televidencias radica el principal pecado de la televisión de interés público en la actualidad. El camino se ha equivocado y se ha comenzado a segregar públicos. Existe una diferencia sustancial entre las palabras Segmentar y Segregar. Según la Real Academia de la Lengua, Segmentar es dividir en porciones o separar una cosa de un todo; mientras Segregar es separar o apartar una cosa de otra, de algo o de alguien.
Cada vez es más recurrente el uso de términos como nuestro público, nuestra audiencia o nuestros televidentes por parte de quienes orientan las filosofías programáticas de cada canal, introduciendo un estereotipo de televidente propio y otro ajeno.

En la actualidad lo que se puede leer es sin duda una segregación al introducir elementos diferenciadores que establecen relaciones concertadas con un tipo de público, en una comensalía establecida y amparada por discursos, promocionales, publicidad y copys que inciden categóricamente en el establecimiento de sub-televidencias y el sostenimiento de minorías elitarias en algunos casos.[2]

Las repercusiones sociales de esos discursos inciden de manera negativa por generar un barrera en la construcción de una sociedad plural, argumentando que hay un televidente mejor que otro o que un televidente es mejor alfabetizado en sus aprehensiones visuales que otro, lo cual atenta contra la definición de lo público en términos de representación democrática y construcción de la identidad.

La construcción de lo público desde la televisión pública no está obedeciendo al hecho de representar al ciudadano en todas sus manifestaciones, ya que lo estigmatiza, lo marca y no lo acompaña en la elaboración del reconocimiento de su entorno cultural de manera total, ya que éste le está siendo entregado por segmentos. El televidente está siendo pre-pensado a partir de la elaboración de narrativas que promueven la validación de discursos y filosofías administrativas.

La televisión local en la actualidad, por ejemplo, es la respuesta a varios factores que incidieron en la creación de un estereotipo de televisión inteligente. Uno de ellos es el surgimiento de la Comisión Nacional de Televisión, la cual determinó lo apropiado para los televidentes en razón de “…el desarrollo social, cultural e intelectual del televidente y la formación de ciudadanos aptos para la convivencia pacífica, la solidaridad y el respeto mutuo entre los colombianos”…además de “…el pluralismo informativo”, “…la protección de los menores, los jóvenes y la familia”, “…el respeto de lo órbita individual” y “evitando la indebida interferencia del poder político, del gobierno, o del poder económico, con el propósito de garantizar los derechos individuales"[3]
A partir del surgimiento de la CNTV se replantea el uso de lo público abierto televisivo en contraposición de lo privado abierto televisivo, dejando lo educativo, cultural y recreativo a la televisión de interés público y lo entretenido y de consumo a la televisión comercial.

Veamos, según la Comisión Nacional de Televisión la definición de la televisión comercial:

Es la programación destinada a la satisfacción de los hábitos y gustos de los televidentes, con ánimo de lucro, sin que esta clasificación excluya el propósito educativo, recreativo y cultural que debe orientar a toda la televisión colombiana.

Ahora veamos la definición de la televisión de Interés Público, social, educativo y cultural:

Es aquella en la que la programación se orienta en general, a satisfacer las necesidades educativas y culturales de la audiencia.

Según las anteriores definiciones, a partir de redacciones ambiguas, existen los argumentos bajo los cuales se podrían amparar la mayoría de los productores locales (por uso o desconocimiento) para realizar una televisión que no satisface los hábitos y gustos de los televidentes, pues según la CNTV en el artículo 21 sobre la clasificación del servicio en el inciso A, esa tarea es asumida por la televisión comercial. No se indica aquí de ningún modo que no haya una propuesta entretenida en las televisiones de Interés Público, (el nuevo modelo de productos de RTVC y programas como La Sub30 y Culturama en Señal Colombia están sin duda replanteando estos elementos) se indica que es la carencia constante de Ideas y Recursos Expresivos la que parece hablar por ella. Como si la forma de presentar contenidos educativos, y culturales tuviera que ser necesariamente sosa, esquemática y audiovisualmente poco entretenida. Es más, la televisión comercial comparte, por ley, los propósitos educativos, culturales y recreativos de la Televisión de Interés Público, con la ventaja de que cuando los presenta a su audiencia lo hace de manera entretenida. Un ejemplo de ello está en la producción de Ficción “Francisco el Matemático” de RCN. Novela en la cual se estructuraba su contenido a partir de las directrices de una Organización Gubernamental que propendían por el desarrollo de conductas reflexivas de los jóvenes, sin dejar de lado los factores propios de la narración dramática que ha enganchado durante décadas la percepción del televidente (eso en su elaboración audiovisual) y sin dejar de lado el carácter comercial de la productora buscando en su propuesta un mercadeo exitoso para sus anunciantes.[4] En el pasado reciente propuestas como Revivamos nuestra Historia[5] y Yuruparí nos permitieron aproximarnos a temáticas de interés general en historia, geografía y sociedad de una manera entretenida.
Existen obviamente factores que introducen elementos de choque para la variación en la calidad de las ofertas tales como la apertura económica y su consecuente superoferta televisiva, pero esto no debe ser un quiebre o una ruptura para el abandono sistemático de narrativas estructuradas con un alto nivel de contenido y de forma.
La segmentación actual obedece principalmente a la multi-oferta establecida por los canales foráneos y nacionales, sin embargo su contexto definitivamente ha sido obviado y en algunos casos ignorados por las jefaturas de programación en los canales de interés público.
Estamos entonces sembrando un precedente donde los Canales de interés Público, al parecer, son los que desarrollan propuestas de supuestos contenidos inteligentes para una minoría inteligente. La problemática radica en que no se estructura masivamente un discurso sino que se da por sentado que esta oferta televisiva es de éxito. La desinteligencia está en creer saber qué necesita la gran audiencia desconociendo que el televidente siempre será afectivo y emocional a la hora de seleccionar sus programas de predilección.
Se diseñan formatos televisivos de bajo costo en términos de producción, con un contenido rico en información educativa y cultural, pero pobre y de poco impacto en sus narrativas[6].

Valdría bien la pena analizar cuál es el contexto por medio del que la Comisión dice “La televisión pública…debe hacer programas de gran impacto que se conviertan en hechos sociales, que ameriten repetición y se puedan vender internacionalmente, desarrollando los contenidos que la televisión comercial no se atreve a exponer”…

Es importante anotar que todo ciudadano necesita educación y cultura, así sea a través de un receptor de televisión, sin embargo esta oferta se le está entregando con formatos poco atractivos y con contenidos considerados por sus creadores como inteligentes en comparación con los contenidos de la televisión comercial; esto establece una clara diferencia social y psicológica entre un televidente de un canal y otro, es decir los segrega.


[1] Recientemente desapareció de la oferta radiodifundida la emisora HJCK.
[2] Cada vez más aparecen ofertas que desconocen al televidente en las aprehensiones socioculturales que le han sido propias. Según Guillermo Orozco Gómez “actualmente no goza de legitimidad social el modelo de TV pública orientado a minorías, a las cuales se ofrecen contenidos elitarios de Alta Cultura. Valerio Fuenzalida cita al ex - director de canal 13 de Costa Rica quien de manera tajante en afirma “una televisión de minorías ilustradas tiene sin duda derecho a la existencia pero no puede ser prioridad del estado”
[3] Tomado de Orientaciones y contenido básico de la Ley integral de Televisión, Comisión Nacional de Televisión; Bogotá agosto de 2002
[4] Salió al aire en 1999, tomando como punto de partida argumental una investigación realizada por el Instituto Distrital de Educación (IDEP), que recopiló historias y anécdotas de cerca de 40 docentes de escuelas públicas de Bogotá. Francisco, El Matemático implementa el esquema de edu-entretenimiento para la formación de jóvenes. De esta manera lleva a cabo acciones orientadas a la prevención de la violencia intrafamiliar y la transformación de algunos de los comportamientos asumidos como propios de la cultura colombiana. La serie ilustra algunas problemáticas de la vida escolar como la violencia, la fármaco dependencia, la sexualidad, discriminación, salud mental, imagen y rol del maestro, relación escuela comunidad y uso del tiempo libre. Fuente: http://www.comminit.com/la/descripciones/lapdscolom/descripciones-640.html
[5] En 1982 este seriado se ocupó de indagar en nuestro pasado histórico. Gracias a la acertada dirección de Jorge Alí Triana, al aporte de la Academia Colombiana de Historia, a un inmejorable elenco y a la excelente ambientación, Revivamos nuestra historia sería una de las propuestas más interesantes en la historia de la televisión colombiana. Fuente:http://www.museovintage.com/imagenes/1980_revivamos.htm

[6] En Colombia según el Plan de Desarrollo de la Televisión 2004 – 2007 de la Comisión Nacional de Televisión, para el año 2007 se presupuestaron ocho mil cien millones de pesos (8.100´000.000) para proyectos de desarrollo de la televisión regional. Pág. 109. Sin embargo es común ver espacios patrocinados por estos fondos y que en su mayoría consisten en programas de entrevistas tipo magazín con invitados en estudio, los cuales no tienen mayores costos de producción, y peor aun, no generan ningún impacto social que cautive esa audiencia a la cual apela el mismo Plan de Desarrollo.

viernes, 25 de mayo de 2007

El placer Catódico de la TV.

Maneras de entender N vacíos de lo inacabado.

“…El tubo de rayos catódicos (TRC)

Es una ampolla de vidrio en cuyo interior se ha hecho el vacío y donde se va a formar la imagen…”.

Con ésta sencilla pero elocuente definición se puede describir el establecimiento de la televisión como quintaesencia de la creación humana.

Una vez saltadas todas las trampas tecnológicas que llevaron al hombre a industrializar la captura de sus imágenes a partir de la electricidad, el Tubo de Rayos Catódicos fue el invento que impulsó el total alquímico de las videncias modernas hacia el TV. Un mecanismo de domesticación que desplazó el entretenimiento al interior de los hogares; algo hasta ahora sólo tocado tímidamente por los periódicos y la radio. Aún hoy con la aparición del Plasma como alternativa de recepción y los nuevos pilares multimediales como el MP4, la mayoría de nuestros aparatos televisivos sustentan su funcionamiento en el TRC, una ampolla de vidrio donde a partir de la formación de un vacío se produce la mágica creación de las imágenes. Es esta definición la extensión metafórica perfecta para entender que la construcción de la televisión en todos sus sentidos es una constante de lo inacabado. Aunque pretendamos definirla en su totalidad, son sus carencias totales las que la redefinen.

En el vacío se formará la imagen equivale a la formula aplicada por Godard para la creación de sus narrativas audiovisuales “…no debemos pensar en imágenes justas, debemos pensar justamente en las imágenes”.1

La televisión ha sido y será un vacío inacabado donde siempre se formarán nuevas imágenes. Pero sólo podremos entender ese vacío en tanto entendamos que se necesita de un productor y un espectador de imágenes, de un escritor y un lector de narrativas, de un cátodo y un ánodo de la sinergia emocional mediática. Es en ese vacío donde se han creado por igual contextos y conceptos para aquellos que piensan este mecanismo de abstracción e inserción social (algunas veces a medias tintas); es allí donde se han creado formas y contenidos que nutren la persistencia retiniana del espectador en sus valores estético emocionales (fin último y definitivo que a veces erróneamente tratamos de encauzar indicándole el objeto de su mirada). Después de un desbordante e imparable acopio de desarrollos tecnológicos, que incluyen al video como el sello que perpetuaría la magnificencia del invento, hemos encontrado en la TV. el objeto de estudio social que resume nuestra pluricultural sociedad, y paulatinamente hemos hallado las fisuras de la desbordante oferta televisiva que invade día a día nuestros hogares. Después de establecida su cartografía hemos comenzado a descontextualizarla como objeto de estudio antropológico.

En ese proceso de de-fragmentación para entender el vacío de lo inacabado, hemos hecho el más importante y paradójico de los hallazgos: ¡El Televidente!

El televidente, sujeto que en sus primeros años era obviado y pre-pensado por los creativos televisivos. Ese al cual se le hablaba a partir de un manual de escritura supuesto para su lectura.

Ni la sugerencia y menos la sugestión hacían parte del alfabeto ecuménico de la TV. para sus televidentes.2 En un proceso anti- democrático que menosprecia el individuo delimitándolo a significar tan sólo el número de una encuesta de sintonía, el televidente fue convertido en el receptor catódico/pasivo de los placeres de la televisión. Pero el televidente comenzó a aprenderse el libreto, comenzó a dudar y a mirar con sorna de sospecha la asepsia en la imagen del cajón. Las constantes formulas industrializadas lo hicieron emigrar a otros lugares para entretenerse. ¿Qué haría usted de terminar atorado en un paraje aislado mediáticamente y sólo tuviera una revista para leer una y otra vez durante años? ¿Acaso no sería feliz de encontrarse con el recipiente de algún medicamento para leer su composición, contraindicación y fecha de vencimiento? Una vez reconocemos por la costumbre una cartografía establecemos con ella una relación hermeneuta que indiferencia la novedad. Una vez que conocemos las reglas del juego hasta ganarlo, inmediatamente queremos jugar un juego completamente distinto.3

En el vacío se creará la imagen; en esa ausencia y ese paisaje árido de contraculturas el espectador halla respuestas y nuevos caminos que encausan su mirada y renuevan su dinámica interacción (si acaso existe) con su aparato de recepción. Allí donde estamos aprendiendo a releer nuestro espectador final, hemos comenzado una nueva interacción derivada del fantástico e inagotable planteamiento de Michel Foucault: La relación del Saber y el Poder. Necesitaremos ejemplos.

La transmisión de los Juegos Olímpicos en Alemania en la década de los treinta sirvió como propaganda en la construcción hegemónica Nazi, pero un atleta afro americano gringo se les atravesó en el camino, captó la atención televisiva y debieron invadir a tiro de metralla Polonia. Nixon parafraseo su demagogia en el primer debate político televisado, pero no contaba con la sonrisa de un tal JF Kennedy, sujeto que definiría el significado del término carisma televisivo. El M19 en Colombia se tomaría el palacio de justicia en un acto de poder mediático que tan sólo podía ser borrado por un cataclismo. Y llego Armero.

Aún hoy, se desata un escándalo de proporciones inobjetables, capaz de hacer sucumbir los pilares del poder ejecutivo, y aparece después de nueve años de secuestro un agente de policía. En todos estos casos el televidente forma parte activa al tomar partido o dejarse encausar inalterablemente.

Pero esto es tan sólo una escarcha de esa punta del iceberg que debemos construir en el vacío que constituye la democracia catódica del ciudadano. El creer o no creer en los medios, en especial la TV. es solo una parte; representar o no representar deberá ser el fundamento. ¿Existirá esa evolución natural, electromagnética y ahora digital que permitirá al televidente un reencuentro democrático con esa televisión que le ofertamos? La respuesta es afirmativa, pero no le es común a la tecnocracia burocrática de la televisión en la actualidad.

El vacío ha dado paso definitivos e inobjetables en la creación de esa Democracia, lamentablemente esos pasos, que significan sugerencias, como la de Godard, están siendo constantemente obviados por la compleja trama creada a partir de la superoferta televisiva. Actuamos frente a un supuesto: El claro e inobjetable conocimiento del televidente. Los programas contienen lo que el televidente quiere y necesita. Desconocemos, luego de estructurar los paradigmas tecnológicos a partir de los cuales creamos nuestras nuevas narrativas, que el televidente se convirtió en lector experto. El libreto provenía de los géneros y consecuentes sub-géneros (informativos, culturales de ficción y entretenimiento, educativos). Entonces apareció la televisión Real. Necesitamos más ejemplos.

Desde de la aparición estereotipada de Endemol y su Big Brother mucha tinta ha corrido bajo el puente de los eruditos “conocedores” de la televisión, la mayoría basada en los juicios morales derivados del lenguaje “explicito” de este inmoral y poco ético nuevo género. Algunos nos preguntamos entonces si la vida real no era lo suficientemente explicita. El recambio e estas narrativas fue catapultar la necesidad de obviar ese mecanismo de inserción aséptico y mentiroso de la retina del televidente. Pero Big Brother no fue la génesis; desde las “Actualidades Cinematográficas”, anticipo de los noticieros donde se le informaba en cortos documentales de cine a la gente sobre la actualidad, el hombre accedió con soltura a su propia realidad. Los programas de concurso y finalmente los videos de Hidden Cameras que derivaron en los Funniest Home Videos le otorgaron el poder de la creación al televidente; ese que veía sus propios videos, hechos con sus propias cámaras, a través del mismo aparato donde veía esa TV. delimitada por la limpieza de sus formas y contenidos.

El punto final en la construcción de esa televisión Real fue precisamente la posibilidad de volver cada vez más portátiles y ligeras las cámaras. La transmisión de eventos deportivos donde el televisor se convertiría en un apéndice mediático de euforias ajenas, se trasladó a otros eventos de emociones encontradas como la explosión en vivo del Challenger en 1986 y la persecución por las calles de Los Ángeles de O.J. Simpson en 1994, siendo esta último evento, en definitiva, el vacío a través de la cual se crearía una nueva imagen llamada televisión Real, aquella donde nos redescubrimos como seres de carne y hueso con Real World, Survivor, American Idol y toda la televisión que ha encontrado la redefinición de la democracia en mostrar nuestros vecinos y amigos tal cual son, o aparentan ser. Es este uno de los recambios que redefinen la imagen creada en un vacío. No es gratuita la aparición de 24, Lost, Prison Break, Six Feet Under y Desperate Housewives; aun las series se han redefinido radicalmente y sus personajes se parecen tanto a los participantes de los realities que ya no diferenciamos las premisas dramáticas de unos de las acciones de otros. El Vacío crea una imagen y a partir de ella construimos un nuevo paisaje. Incluso un nuevo discurso.

El siguiente paso estará seguramente en la multimedialidad, pero aún el IPod MP4 tiene que tartamudear sus ideas hasta hacer aparecer el Holograma de Álvaro Uribe al pie de nuestra cama con la opción de apagarlo de un zapatazo.

[1] Años después Gilles Deleuze rebanaría este potente aforismo invitando a la filosofía contemporánea a hacer lo mismo con las ideas…”las ideas justas son ideas que se ajustan a las significaciones dominantes, a las consignaciones establecidas.”…”debemos jugar al tartamudeo de las ideas, debemos pensar justamente en las ideas”.

[2]
La serie de televisión francesa “seis por dos” de Godard, indicó algo que desconocemos día a día en el desarrollo de la idea y los recursos expresivos audiovisuales de la TV.: La sugerencia y la Sugestión. Godard adjudica al aparato receptor la capacidad de vislumbrar la posibilidad de saltar sus reglas, de establecer nuevas escrituras para un espectador inteligible.


[3] El pasado 8 de mayo un artículo de David Bauer fue publicado por varios portales de noticias, su título: Where have the TV viewers gone? En él se describe como algunas familias se han dedicado a actividades diferentes a sentarse al frente de su TV., una de estas familias por ejemplo describía que “era increíble la atención provocada con la aparición de la serie 24”, lo increíble es notar que 24 sigue al aire pero sus seguidores ahora son menos.

"I remember when `24' was on, that was something there was a lot of interest and excitement about," he said. News flash: "24" is still on. Its ratings are down, too, amid a critically savaged season.

¿TV or not Tv?

¿Cómo deconstruir algo que ha sido edificado sobre pilares que permanecen inalterados por la costumbre? ¿Cómo redefinir el uso de la televisión publica en Colombia? Si le preguntamos al director, al productor, al realizador, al técnico y en general a todo aquel vinculado al uso público televisivo actual sobre el qué y para qué de esta categoría audiovisual, en la mayoría de los casos la respuesta sería: “Es la mejor alternativa educativa y cultural que puede recibir un espectador para integrarlo a su sociedad, a su patrimonio y a su sentido de identidad.” Digo “en la mayoría de los casos” porque algunos simplemente variarían el enunciado agregando sujetos y predicados al argumento. Algunos, muy pocos, pensarían en el entretenimiento, ese término que en ocasiones eludimos cuando trabajamos en la televisión pública por pensar que los conceptos lúdico afectivos son todos una cuestión banal y alienante. Muchos aún piensan que entretener es negar el proceso de abstracción de tipo lecto-escritos y que la televisión que engancha o atrapa, embrutece1. Digo “en la mayoría de los casos” porque para muchos de los involucrados en las narrativas audiovisuales públicas la televisión ¡ES!, como quien dice, el PODRÍA SER… es un asunto de otros espectros e incluso, otras latitudes. Esto es, más que un complejo, un folklore que se debe a las estructuras administrativas y operativas caducas y poco evolutivas. Digo “en la mayoría de los casos” porque algunos, muy pocos en realidad, preferirían no decir nada y preguntarse POR el televidente, es decir, algunos pensarían EN y no POR el televidente, un verdadero recambio de la formula comunicativa, pues la evolución de las ofertas audiovisuales ha creado un espectador activo. Increíblemente, en la televisión pública (salvo excepcionales casos) se sigue pensando en el televidente como un sujeto ajeno a las sugerencias y que se comporta bajo los estándares convencionales, es decir, al amparo de modelos que de alguna manera han tenido un éxito por sus características innovadoras de estilo y narrativa; los mismos que paulatinamente hemos convertido en fórmulas o cartografías mal aplicadas. Esto es un grave error, pues el televidente evoluciona en sus aprensiones psico-afectivas y en sus valoraciones estético-emocionales.
Si le preguntamos a los directamente involucrados en el uso privado de las narrativas visuales por su par de la televisión pública, probablemente su respuesta sería: “Es aquella televisión hecha de retazos por ser construida a partir de dineros del estado, que muy pocas personas ven, que pocas veces es propositiva y que se precia en extremo de ser inteligente aun con la desinteligencia de funcionar en un modelo de pérdida operativa.” Lo anterior se debe en esencia a que los estamentos televisivos derivados de intereses particulares generan productos para crear efectos de consumo, lo cual no necesariamente significa una degradación del raciocinio. Debemos partir del hecho consumado por algunos investigadores de que las dos instancias plantean un espectador diferenciado, es decir, lo que para unos es consumidor para otros es ciudadano. La pregunta aquí sería ¿por qué en la televisión pública hemos de seguir hablando de otros públicos o nuestro segmento de público?, cuando sabemos que esta inmensa minoría es una cenicienta propia de los paisajes tercermundistas2. ¿No deberíamos considerar al televidente televidente? ¿Debemos considerar ecuménico el actual esquema televisivo público? o ¿debemos pensar en replantearlo a partir de los efectos de aprehensión de la televisión en general? Estos son tan sólo simples enunciados a manera de indagación que acompañan la premisa de una lectura, pues una televisión sin televidentes es como un museo a puerta cerrada. Es importante señalar la aguda crisis de la televisión pública por la paulatina pero masiva deserción de su demanda. Los hallazgos de posibles salidas en todo caso no deben convertirse en cartografías o métodos para seguir paso a paso. Lo que pretende señalar este texto es que la televisión pública debe ser una sugerencia constante y que su esquema administrativo-operativo debe depurar la clásica y ortodoxa manera de definir qué es la televisión3, de ninguna manera su sistema de códigos puede preceder o mucho menos impedir la creación de sugerencias televisivas que hagan atractiva su oferta.



1) En “La televisión publica en América Latina”,Valerio Fuenzalida cita a Neil Postman en este sentido, pues según Postman el lenguaje lúdico-afectivo de la televisión es intrínsecamente perverso por poseer una supuesta tendencia a la degradación de la racionalidad.
2) Cada vez más aparecen ofertas que desconocen al televidente en las aprehensiones socioculturales que le han sido propias. Según Guillermo Orozco Gómez “actualmente no goza de legitimidad social el modelo de TV pública orientado a minorías, a las cuales se ofrecen contenidos elitarios de Alta Cultura". Valerio Fuenzalida cita al ex - director de canal 13 de Costa Rica quien de manera tajante afirma “una televisión de minorías ilustradas tiene sin duda derecho a la existencia pero no puede ser prioridad del estado”
3) Una punta del iceberg sin duda serían los tecnicismos de aquella televisión aséptica y mal llamada bien hecha; aun en países como Inglaterra, España e Italia, estos modelos se han replanteado para el hallazgo de nuevas videncias. Esto, paradójicamente, ha sido entendido de muchas formas por la televisión privada Latinoamericana y sus creativos, pero no por la televisión pública.

El cultivo hegemónico y la Televisión recipiente.

Charles Darwin visionó en la Selección Natural un proceso que siempre hemos vuelto absolutista a las ciencias naturales entendidas para los demás seres vivos (es la mejor manera de comprender que somos tan animales como los animales a pesar de la evolución).
Por su extensión, no sólo metafórica sino también científica, el hombre debería hacer parte de esta relación de adaptabilidad a un entorno.
Al definir entonces los conceptos que llevan a un hombre a relacionarlo correlativamente con la sociedad, hemos entendido que su inscripción en la ciudadanía cultural es proclive a hacerlo objeto de procesos de adaptación. Vamos por parte.
El cultivo de las ideas, como era entendida por el latín románico la cultura, lentamente cedió paso a la civilización, pero el romanticismo separó las dos palabras para determinar dialécticamente cada cosa en su lugar; y para complicarnos lingüísticamente la vida. En conclusión un hombre civilizado no necesariamente sería culto y un hombre culto no necesariamente sería civilizado. Así nació el primer proceso para la categorización del individuo. Además también nos dio la primera posibilidad de llamar a los demás: primates, salvajes, bárbaros y brutos. Los griegos crearon y amoldaron el occidente aunque el oriente era más vasto y clásico de lo que pensábamos; sólo con los años volveríamos la mirada a este lado del planeta para importar el yoga y sus derivados snob. Los hermeneutas continuaron con Colón, quien de manera errónea nombró indios a un grupo de cultos con civilización que nada tenían que ver con la India. Aun así, no calificaban en la primera lista Aria superior y tuvieron que adaptarse para la redención de los pecados. El sol ya no sería más un Dios pero si el sustento para entender el efecto invernadero y nuestro proceso de adaptación a partir de factores de protección frente a los rayos ultravioleta. De cualquier forma, adaptarse o morir era una premisa. Los africanos tenían su cultura pero siendo incivilizados había que catequizarlos, extraña mezcla de categorización eclesiástica en salsa termidor (para el que no se civilizara siempre existía el perdón de los pecados a la brasa). Después de colonizados y adaptados mentalmente para liberarnos, llegó la moda, y con ella, las estrategias de imitación donde los más pobres se querían vestir como los más ricos y estos a su vez para mostrar rasgos de distinción introducían en sus ropajes modos, o mode como dirían los franceses, maneras y mecanismos para confeccionar de forma diferente los ropajes que a su vez volverían a ser imitados por los más pobres…y así sucesivamente. Ya no había que adaptarse al clima sino a los cánones dictados por la era industrial. El mundo entero se liberó y cada población, con excepción de los judíos, creó su propio acopio de culturas para comenzar a nombrarse poseedores de un folklore y una identidad. El nacionalismo se puso entonces de moda y había que adaptarse a la diferencia…y a los limites demográficos y territoriales, para el sostenimiento de esas fronteras únicas de cultura.
Después llegaron los guetos y resultó que había que adaptarse a subculturas que, misteriosamente, resultó que hacían parte de culturas alejadas por miles de años y kilómetros. Así que adaptarse a esta situación produjo resquebrajamientos sustanciales que ya no permitían que el hombre fuera uno allí y otro allá; es aquí donde nace el sentido de lo pluricultural alrededor del planeta; entonces, llegó la televisión, y un nuevo caldo de cultivo había nacido, el televidente sería lo que la televisión quería que fuese y creó una manera de nombrar ese nuevo proceso de adaptación. Le llamó globalización.
La televisión se erigió como el primer apéndice mediático y ha dado paso a la revolución electromagnética y digital que nos convierte en dependientes accesorios de lo que pasa a lo largo, ancho, alto y profundo del globo. Ahora mismo estoy tratando de adaptarme: bajo la mirada atenta de una sobrina de once años, intento grabar un video con un nuevo apéndice multimedial con el que además puedo tomar fotos, oír música y hasta hablar por teléfono.
Por eso y por mucho más, la televisión es y será el objeto de todas las miradas, y aun cuando su aniversario número cien es tan difícil de ubicar como el santo grial, de ella dependemos enteramente para las emociones más primarias que nos vuelve seres aptos para adaptarnos o de des-adaptarnos según el grado de democracia que en ella instalemos en el futuro.