sábado, 12 de abril de 2008

Ética en los estudios de Recepción televisiva.

Parecería ser que hacemos una muy buena televisión de interés público, social, educativo y cultural. Pero Parecería que no es consumida masivamente. Aunque, Parecería que no importa.



Atendiendo a la convocatoria del Cuarto Congreso de Investigación Cualitativa de la Universidad de Illinois, nuestra ponencia Ética en los estudios sobre Televisión de Interés Público Social Educativo y Cultural en Medellín, fue seleccionada para participar del mismo. A pocos días de nuestro viaje a Estados Unidos han surgido voces inquietas con respecto al alcance de nuestros proyectos de investigación y, en especial, al contenido de los mismos. Así que hemos decidido esbozar una breve cartografía que le permitirá, en las siguientes líneas, aproximarse a nuestras dinámicas de trabajo, sus motivaciones y el objeto de las mismas.
Como lo hemos dicho con anterioridad, somos un grupo interdisciplinario que busca consenso frente al uso razonable del medio televisivo y sus mediaciones. Nuestra formación en Comunicación Social/Periodismo y Artes Plásticas/Medios de Representación, nos ha permitido una comunión de conceptos que iniciaron por zanjar la rancia discusión de ¿Qué es más importante, la Forma o el Contenido?; la conclusión a la que llegamos por aquel entonces, mediada (el maniqueo de la palabra nos es usual y familiar) por el ejercicio dialéctico de cruzar los argumentos retóricos, (un tanto atrofiados por la academia), de un discurso y otro, fue: Lo importante en realidad es el equilibrio mesurado en aras de favorecer la participación cognitiva del otro.
Desde entonces a ese “otro” lo hemos llamado televidente. Y desde entonces, cada año tratamos de hacer mayor precisión utilizando palabras como Relevancia, Pertinencia, Eficiencia, Calidad, para definir su relación con tan maravilloso dispositivo.
Con lo anterior, hemos ido demostrando, o intentando demostrar, que la lógica de algunas cifras permiten concluir que otros discursos frente al deber ser del medio televisivo, más que retóricos, son sofistas y, medianamente sofisticados, pues, en Colombia, presuponemos lo aceptado, es decir, el colombiano desprevenido siempre responderá de una forma socialmente apropiada y políticamente correcta con respecto a su percepción de la Televisión de Interés Público, Social, Educativo y Cultural.
En otras palabras, si alguien (colombiano) pregunta a un conocido cercano (colombiano):
-“¿cómo te parece Señal Colombia?”, y de paso, le levanta una ceja en clara señal de erudición, (el ejercicio es complementado con mano en la barbilla y el codo correspondiente apoyado en la mano restante), probablemente la respuesta sea:
-“¡Buenísimo!”.
Ahora, supongamos que la misma pregunta se desarrolla con sutiles cambios:
-“¿Cómo te pareció el programa de anoche a eso de las diez en Señal Colombia?”
La respuesta probablemente se resuelva en otro sentido, pues el enunciado ha sufrido una variación y ahora se le está preguntando por su consumo (no nos detendremos más para discutir con otros sus arcaicos prejuicios sobre la palabra por no saber leer, o aplicar mal, las lecturas que hacen de un concepto) uso, y/o utilidad, en aras de encontrar la gratificación de un vínculo de representación y correspondencia.
Hasta ahora, se pensaría que aún no hemos dicho nada, entonces lo pondremos de esta manera: Parecería ser que hacemos una muy buena televisión de interés público, social, educativo y cultural. Pero Parecería que no es consumida masivamente. Aunque, Parecería que no importa.
Es en el último punto sobre el que en ocasiones hacemos especial hincapié, pues a pesar de evidencias que demuestran la poca demanda de los contenidos de aquella televisión que subsidiamos con los impuestos, no se establecen mejoras significativas para hacerle frente a todas las variables que inciden en la merma paulatina (aunque sostenida) de sus televidentes, lo cual, a nuestro juicio, redundará en la futura y dolorosamente necesaria desaparición de algunos canales. Lo que no quisiéramos imaginar es que, cuando tal evento llegué a ocurrir, se le endose la culpa al televidente. En otras palabras, lo que no queremos presenciar es que el día que X canal cierre de manera definitiva su emisión, se diga que la razón es que el televidente colombiano es bruto.
Volvamos entonces a nuestros personajes ficticios (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia) que saben que existe un canal llamado Señal Colombia y que a veces lo ven. Supongamos que el más asiduo a la emisión de dicho canal le dice al otro:
-“¿Qué tal la entrevista tan bien lograda que le hicieron a Germán Londoño? Esa explicación que hizo de los fantasmas que habitan sus pinturas, del por qué del color y la yuxtaposición de sus formas antropomórficas fue algo definitivo para leer a Colombia en contemporaneidad. O, ¿Vos qué opinas?”
Supongamos que el otro personaje atendió con altura y diligencia el comentario pero es un colombiano de los escasos, es decir, es honesto, y responde:
-“Hombre mira que yo ayer estaba con Daniela haciendo las tareas y ella estaba era viendo Patito Feo. Ayer Matías se besó con Patito. Antonella se enteró y se armó la grande, porque Josefina, la hermana de Matías y mejor amiga de Patito, trató de defenderla de Antonella.”
Como verán, el vínculo entre los dos sujetos se ha roto. En el intrincado mundo de los códigos que los podrían representar para inscribirse a un grupo social determinado, no hay un solo bloque semántico que los haga hablar del mismo modo y en el mismo lenguaje, pues los dos atendieron a dos narrativas distintas.
Según las indicaciones de la Comisión Nacional de Televisión, el primero de nuestros personajes sería inteligente y el otro sería bruto. Jamás atenderemos tal sugerencia, pues como siempre lo hemos dicho, una cosa es Segmentar la audiencia y otra es Segregar al público. Simplemente cada uno de ellos atendió a sus propias valoraciones estéticas y emocionales, lúdicas y afectivas. Cada uno fue televidente desde lo que la televisión le ofreció para un particular momento. Ninguna circunstancia hizo mejor individuo a uno por encima del otro.
Nuestras preguntas, para los expertos de la televisión colombiana, casi todos agarrados y agazapados como rémoras al estado [al volver a analizar todos los componentes del mensaje del comercial donde se pone en escena un concurso que busca determinar qué grupo familiar es mejor a partir de lo que ven en Televisión {Ver el post sobre Televidentes Brutos vs. Televidentes Inteligentes de este mismo Blog}], son:
¿De qué se sirven para determinar que la cruzada es Por una televisión bien vista? ¿De qué echan mano para definir cuál es La televisión que queremos ver? ¿Qué es calidad?, ¿Qué es una televisión con contenido?, ¿Acaso hay mensajes sin contenidos o están siendo meramente peyorativos? ¿Por qué en un país repleto al hartazgo de polarizaciones han llamado a una segregación más al decir televidente bruto y televidente inteligente?
Si nos permiten, nosotros lanzaremos nuestras hipotéticas respuestas:

. Primero: Les encanta (o sólo saben hacer eso) intuir o adivinar el otro, es decir pensar por y no en el televidente. Arrojan ciertos aforismos y paráfrasis de otros “expertos” para indicar el deber ser de un ciudadano que poco o nada entiende de su razón de ser en la “polis” contemporánea. Al televidente colombiano lo conocemos cada vez menos. A pesar, eso sí, de que ellos mismos (expertos interventores) son televidentes y ven (fiscalizan) aquellos programas que dicen se deben hacer sólo por la nimiedad de ver que cumplen con lo que ellos sugirieron (ordenaron) a partir, obviamente, de un gusto personal algo dislocado, pues dicen que se deben hacer programas de una forma y son televidentes rutinarios de otras.
. Segundo: Ciertos estudios que pretenden cierta etnometodología por parte de ciertos profesionales sociales, (expertos en arrojar artículos pero no resultados obvios), no son más que charlatanería que promueve una discusión que será eternamente “discutible” sobre el asunto de la percepción. El problema en nuestra televisión es que aquello tan bueno, sofisticado, educativo y cultural es obviamente para unos muy pocos, o “minoría elitaria” como afirma Valerio Fuenzalida.
. Tercero: Una vez se ponen de moda o bien en la palestra de la utilidad los estudios de percepción, estos son usados como argumentos para validar el resto del discurso en aras de algo para lo cual no fueron diseñados: El Consumo. Siempre nos parecerá algo suspicaz poner a cinco (5) o seis (6) televidentes a ver un (1) programa o dos (2), preguntarles cosas con respecto a él y sacar conclusiones de esas observaciones sobre la utilidad de la serie completa para la sociedad. Claro, por resonancia acústica de la memoria siempre nos sonará bonito Televisión educativa y cultural. Como lo dijimos al comienzo nadie dirá nada diferente para no parecer bruto, porque, aunque no está bien, el sofisma ha cumplido su función y la CNTV y sus adeptos han logrado que el discurso sea replicado por todos.
.Cuarto: Todos los resultados obvios sobre la bondad de nuestra Televisión de Interés Público, Social, Educativo y Cultural (el servicio público que pagamos con los impuestos aunque no lo usemos) han tomado un giro inesperado: Están al auxilio de un discurso para demostrar cierta relevancia y pertinencia que desde la lógica matemática no existe.
.Quinto: En Colombia no partimos de diseños de factibilidad en la ejecución de los presupuestos asignados para la Televisión de Interés Público, Social, Educativo y Cultural. En nuestro país hemos aceptado manifiestamente que el impacto en ella se mide a-posteriori, es decir, una vez la serie completa de programas salieron al aire. Así, el gasto público casi se duplica, pues no sólo se ejecutó el presupuesto de un programa de televisión sin uso real, sino que además se pagó por un estudio que determinó en el informe final su supuesta eficacia; de esta forma, es imposible evitar que se repita un ciclo repleto de clientelismo y burocracia, pero sobre todo, carente de visión con el visionado (o pensado por expertos que supuestamente conocen las dinámicas del televidente). Al parecer los estudios, o bien no observan premisas de eficiencia real, o bien no son observados para futuras realizaciones, o bien no son de uso público como herramientas para determinar los errores cometidos en el pasado, pues la evidencia nos da a entender con claridad que no hay un avance significativo.
Este último punto fue de especial motivación para nuestra actual investigación
2012: Prospectivas de la Televisión de Interés Público de producción local en Medellín, la cual busca arrojar los escenarios futuros de una televisión que cuenta con su contexto y su entorno.

Cualquier investigador, desde el principio indiscutible de su presuntuosa creencia de “esto o aquello que señalo es de vital importancia” dirá que la suya es la tesis más importante; no nos declaramos exentos de tan peculiar cliché, pero en aras del estado de la industria, atendiendo a la necesidad de llamar la atención sobre discursos insubstanciales en ella y, sobre todo, previendo la instalación de la Televisión Digital Terrestre en Colombia, El Cajón Te Ve se interesa porque el ciudadano (sin maniqueos) no sea asaltado en su buena fe por efecto del propagandismo institucional, pues es una total falta a la Ética. Eso es lo que hacemos.