miércoles, 15 de febrero de 2012

¿Quién gana y quién pierde con la eliminación de la licitación por el tercer canal comercial*?



Podría ser una pregunta apenas obvia, de un alcance económico y social trascendental (de poderse responder con certeza), y que paradójicamente, no aporta mayores luces a nuestra parcial manera de ver las cosas.

Para comenzar, debemos decir que los primeros perdedores, como siempre, somos los colombianos que desprevenidos, tan solo atinamos a decir alguna frase desde el escenario común de pedir un poco de respeto. Puede que seamos varias las golondrinas, sin embargo, ya no alcanzamos en esta fragmentación de la opinión, sesgada, polarizada y tremendamente individual aunque con pose de común y preocupada por la sociedad.

No ha existido un momento en la historia del hombre donde se pueda percibir de manera tan precisa, el profundo desmembramiento de las ideas. Hoy creemos en una corriente política, y mañana nos desfiguramos con ella. Hoy creemos en una teoría, y sin ofrecer argumentos cedemos ante una nueva. Hoy decimos tener una causa, y muy fácilmente, en un par de minutos estamos ante el escenario de unirnos a otras causas, donde por desgracia, prima más el esnobismo del tirapiedra mediático que el activismo para al menos pensar en una salida. Ese es el particular accionar de las polémicas en los medios. La pregunta concreta es ¿cuál polémica?

La licitación por el tercer canal, operada por la empresa fachada de la educación y la cultura más grande hasta ahora creada en Colombia, como lo era (o lo será hasta abril) la Comisión Nacional de Televisión, fue decretada nula por el Consejo de Estado por una circunstancia que ante su obviedad, demanda aun mayores y más profundos cuestionamientos: la concesión violaba los principios de selección objetiva que debe perseguir la contratación estatal.

¿Cómo es posible, (no hace falta ser un experto en algún nivel en alguna disciplina en particular) que se pretendiera otorgar el beneficio de la operación del nuevo canal a través de una subasta con un (1) solo proponente? La razón por la cual El Consejo de Estado dilató la revisión de este proceso, solo la conoce en su interior la sala plena de dicho estamento. Especular aquí sería cometer el mismo error que cometen los periodistas que ante la más mínima oportunidad de encender alarmas con respecto al posible detrimento del patrimonio, lanzan hipótesis apoyadas en testimonios a medias, donde se determina que “como siempre, los colombianos terminamos pagando eso.” Los colombianos pagamos eso, y mucho más, pero ante todo, los colombianos debemos una reflexión sobre la actitud pasiva que ejercemos sobre un bien público. Con tanto ruido de los llamados colombianos “preocupados”, los únicos que pierden, si acaso pierden algo en este terreno de las nuevas ofertas, son las nuevas generaciones de colombianos, pues nos hemos convertido en expertos opinadores de lo que determinen Julio, Darío o Vicky como valido, en su oficio de perros guardianes. El problema es que no hemos escarbado lo suficiente el hueso.

Desde el mes de marzo de 2008, los colombianos sabíamos de la intención de abrir licitación para la llegada de un tercer canal. Como es de esperarse, en el reparto de la torta de anunciantes, Caracol y RCN perderían sustancialmente su good will arguyendo que supuestamente “el mercado nacional no soportaría un tercer concesionario”. Esta razón desnuda su filosofía del menor esfuerzo en favor de un mejor producto. Un tercer canal favorece la oferta, pues los canales compiten con la calidad de su programación, y sobre esta base de la ley del mercado y los consecuentes usos y apropiaciones que ejercen los televidentes, no hay discusión. El ex - Ministro de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, Daniel Medina, dijo claramente en declaraciones a una cadena radial, que “el tercer canal estaría en operaciones en los primeros días del 2011” teniendo en cuenta las intenciones de Planeta, Prisa y Cisneros. Como ya sabemos, dos de los licitantes se retiraron por falta de garantías, algo que a mi juicio, es de aplaudir dadas las conocidas falencias de la CNTV para determinar el accionar de la industria televisiva en Colombia. Luego de casi cuatro años, el anuncio de anular la licitación, según los medios, “enciende la polémica”.

¿Cuál polémica?

¿Alguna vez hemos protestado por los más de 300.000 mil millones de pesos invertidos al año en una televisión “pública” que no vemos?

¿Alguna vez hemos protestado por los estatutos de los canales públicos que permiten que cada administración gubernamental elegida determine los contenidos de su programación?

¿Alguna vez hemos protestado por la suspicaz agremiación de los canales regionales para acceder al Fondo Nacional para el Desarrollo de la Televisión?

¿Alguna vez hemos protestado porque el mismo fondo no sea asignado de manera equitativa en los canales locales de interés público, social, educativo y cultural sin ánimo de lucro?

¿Alguna vez hemos protestado para que eso que se llama “público” sea de libre acceso a la comunidad y en justicia sea imparcial y democrático?

¿Alguna vez hemos protestado por el monopolio que se ha creado en la agremiación de los canales comunitarios?

¿Alguna vez nos hemos preguntado qué es lo público?

Solo por esta ocasión me gustaría saber cuál es la verdadera polémica en la voz de los intereses de los monopolios de los medios. Solo por esta vez me gustaría saber que pierden verdaderamente Prisa, Planeta y Cisneros porque los colombianos ya perdimos lo suficiente por nuestros buches y nuestras plumas.

*en Colombia no existe televisión privada, ley 182 de 1995 y artículo 365 de la Constitución Nacional.