viernes, 25 de mayo de 2007

¿TV or not Tv?

¿Cómo deconstruir algo que ha sido edificado sobre pilares que permanecen inalterados por la costumbre? ¿Cómo redefinir el uso de la televisión publica en Colombia? Si le preguntamos al director, al productor, al realizador, al técnico y en general a todo aquel vinculado al uso público televisivo actual sobre el qué y para qué de esta categoría audiovisual, en la mayoría de los casos la respuesta sería: “Es la mejor alternativa educativa y cultural que puede recibir un espectador para integrarlo a su sociedad, a su patrimonio y a su sentido de identidad.” Digo “en la mayoría de los casos” porque algunos simplemente variarían el enunciado agregando sujetos y predicados al argumento. Algunos, muy pocos, pensarían en el entretenimiento, ese término que en ocasiones eludimos cuando trabajamos en la televisión pública por pensar que los conceptos lúdico afectivos son todos una cuestión banal y alienante. Muchos aún piensan que entretener es negar el proceso de abstracción de tipo lecto-escritos y que la televisión que engancha o atrapa, embrutece1. Digo “en la mayoría de los casos” porque para muchos de los involucrados en las narrativas audiovisuales públicas la televisión ¡ES!, como quien dice, el PODRÍA SER… es un asunto de otros espectros e incluso, otras latitudes. Esto es, más que un complejo, un folklore que se debe a las estructuras administrativas y operativas caducas y poco evolutivas. Digo “en la mayoría de los casos” porque algunos, muy pocos en realidad, preferirían no decir nada y preguntarse POR el televidente, es decir, algunos pensarían EN y no POR el televidente, un verdadero recambio de la formula comunicativa, pues la evolución de las ofertas audiovisuales ha creado un espectador activo. Increíblemente, en la televisión pública (salvo excepcionales casos) se sigue pensando en el televidente como un sujeto ajeno a las sugerencias y que se comporta bajo los estándares convencionales, es decir, al amparo de modelos que de alguna manera han tenido un éxito por sus características innovadoras de estilo y narrativa; los mismos que paulatinamente hemos convertido en fórmulas o cartografías mal aplicadas. Esto es un grave error, pues el televidente evoluciona en sus aprensiones psico-afectivas y en sus valoraciones estético-emocionales.
Si le preguntamos a los directamente involucrados en el uso privado de las narrativas visuales por su par de la televisión pública, probablemente su respuesta sería: “Es aquella televisión hecha de retazos por ser construida a partir de dineros del estado, que muy pocas personas ven, que pocas veces es propositiva y que se precia en extremo de ser inteligente aun con la desinteligencia de funcionar en un modelo de pérdida operativa.” Lo anterior se debe en esencia a que los estamentos televisivos derivados de intereses particulares generan productos para crear efectos de consumo, lo cual no necesariamente significa una degradación del raciocinio. Debemos partir del hecho consumado por algunos investigadores de que las dos instancias plantean un espectador diferenciado, es decir, lo que para unos es consumidor para otros es ciudadano. La pregunta aquí sería ¿por qué en la televisión pública hemos de seguir hablando de otros públicos o nuestro segmento de público?, cuando sabemos que esta inmensa minoría es una cenicienta propia de los paisajes tercermundistas2. ¿No deberíamos considerar al televidente televidente? ¿Debemos considerar ecuménico el actual esquema televisivo público? o ¿debemos pensar en replantearlo a partir de los efectos de aprehensión de la televisión en general? Estos son tan sólo simples enunciados a manera de indagación que acompañan la premisa de una lectura, pues una televisión sin televidentes es como un museo a puerta cerrada. Es importante señalar la aguda crisis de la televisión pública por la paulatina pero masiva deserción de su demanda. Los hallazgos de posibles salidas en todo caso no deben convertirse en cartografías o métodos para seguir paso a paso. Lo que pretende señalar este texto es que la televisión pública debe ser una sugerencia constante y que su esquema administrativo-operativo debe depurar la clásica y ortodoxa manera de definir qué es la televisión3, de ninguna manera su sistema de códigos puede preceder o mucho menos impedir la creación de sugerencias televisivas que hagan atractiva su oferta.



1) En “La televisión publica en América Latina”,Valerio Fuenzalida cita a Neil Postman en este sentido, pues según Postman el lenguaje lúdico-afectivo de la televisión es intrínsecamente perverso por poseer una supuesta tendencia a la degradación de la racionalidad.
2) Cada vez más aparecen ofertas que desconocen al televidente en las aprehensiones socioculturales que le han sido propias. Según Guillermo Orozco Gómez “actualmente no goza de legitimidad social el modelo de TV pública orientado a minorías, a las cuales se ofrecen contenidos elitarios de Alta Cultura". Valerio Fuenzalida cita al ex - director de canal 13 de Costa Rica quien de manera tajante afirma “una televisión de minorías ilustradas tiene sin duda derecho a la existencia pero no puede ser prioridad del estado”
3) Una punta del iceberg sin duda serían los tecnicismos de aquella televisión aséptica y mal llamada bien hecha; aun en países como Inglaterra, España e Italia, estos modelos se han replanteado para el hallazgo de nuevas videncias. Esto, paradójicamente, ha sido entendido de muchas formas por la televisión privada Latinoamericana y sus creativos, pero no por la televisión pública.

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