viernes, 25 de mayo de 2007

El placer Catódico de la TV.

Maneras de entender N vacíos de lo inacabado.

“…El tubo de rayos catódicos (TRC)

Es una ampolla de vidrio en cuyo interior se ha hecho el vacío y donde se va a formar la imagen…”.

Con ésta sencilla pero elocuente definición se puede describir el establecimiento de la televisión como quintaesencia de la creación humana.

Una vez saltadas todas las trampas tecnológicas que llevaron al hombre a industrializar la captura de sus imágenes a partir de la electricidad, el Tubo de Rayos Catódicos fue el invento que impulsó el total alquímico de las videncias modernas hacia el TV. Un mecanismo de domesticación que desplazó el entretenimiento al interior de los hogares; algo hasta ahora sólo tocado tímidamente por los periódicos y la radio. Aún hoy con la aparición del Plasma como alternativa de recepción y los nuevos pilares multimediales como el MP4, la mayoría de nuestros aparatos televisivos sustentan su funcionamiento en el TRC, una ampolla de vidrio donde a partir de la formación de un vacío se produce la mágica creación de las imágenes. Es esta definición la extensión metafórica perfecta para entender que la construcción de la televisión en todos sus sentidos es una constante de lo inacabado. Aunque pretendamos definirla en su totalidad, son sus carencias totales las que la redefinen.

En el vacío se formará la imagen equivale a la formula aplicada por Godard para la creación de sus narrativas audiovisuales “…no debemos pensar en imágenes justas, debemos pensar justamente en las imágenes”.1

La televisión ha sido y será un vacío inacabado donde siempre se formarán nuevas imágenes. Pero sólo podremos entender ese vacío en tanto entendamos que se necesita de un productor y un espectador de imágenes, de un escritor y un lector de narrativas, de un cátodo y un ánodo de la sinergia emocional mediática. Es en ese vacío donde se han creado por igual contextos y conceptos para aquellos que piensan este mecanismo de abstracción e inserción social (algunas veces a medias tintas); es allí donde se han creado formas y contenidos que nutren la persistencia retiniana del espectador en sus valores estético emocionales (fin último y definitivo que a veces erróneamente tratamos de encauzar indicándole el objeto de su mirada). Después de un desbordante e imparable acopio de desarrollos tecnológicos, que incluyen al video como el sello que perpetuaría la magnificencia del invento, hemos encontrado en la TV. el objeto de estudio social que resume nuestra pluricultural sociedad, y paulatinamente hemos hallado las fisuras de la desbordante oferta televisiva que invade día a día nuestros hogares. Después de establecida su cartografía hemos comenzado a descontextualizarla como objeto de estudio antropológico.

En ese proceso de de-fragmentación para entender el vacío de lo inacabado, hemos hecho el más importante y paradójico de los hallazgos: ¡El Televidente!

El televidente, sujeto que en sus primeros años era obviado y pre-pensado por los creativos televisivos. Ese al cual se le hablaba a partir de un manual de escritura supuesto para su lectura.

Ni la sugerencia y menos la sugestión hacían parte del alfabeto ecuménico de la TV. para sus televidentes.2 En un proceso anti- democrático que menosprecia el individuo delimitándolo a significar tan sólo el número de una encuesta de sintonía, el televidente fue convertido en el receptor catódico/pasivo de los placeres de la televisión. Pero el televidente comenzó a aprenderse el libreto, comenzó a dudar y a mirar con sorna de sospecha la asepsia en la imagen del cajón. Las constantes formulas industrializadas lo hicieron emigrar a otros lugares para entretenerse. ¿Qué haría usted de terminar atorado en un paraje aislado mediáticamente y sólo tuviera una revista para leer una y otra vez durante años? ¿Acaso no sería feliz de encontrarse con el recipiente de algún medicamento para leer su composición, contraindicación y fecha de vencimiento? Una vez reconocemos por la costumbre una cartografía establecemos con ella una relación hermeneuta que indiferencia la novedad. Una vez que conocemos las reglas del juego hasta ganarlo, inmediatamente queremos jugar un juego completamente distinto.3

En el vacío se creará la imagen; en esa ausencia y ese paisaje árido de contraculturas el espectador halla respuestas y nuevos caminos que encausan su mirada y renuevan su dinámica interacción (si acaso existe) con su aparato de recepción. Allí donde estamos aprendiendo a releer nuestro espectador final, hemos comenzado una nueva interacción derivada del fantástico e inagotable planteamiento de Michel Foucault: La relación del Saber y el Poder. Necesitaremos ejemplos.

La transmisión de los Juegos Olímpicos en Alemania en la década de los treinta sirvió como propaganda en la construcción hegemónica Nazi, pero un atleta afro americano gringo se les atravesó en el camino, captó la atención televisiva y debieron invadir a tiro de metralla Polonia. Nixon parafraseo su demagogia en el primer debate político televisado, pero no contaba con la sonrisa de un tal JF Kennedy, sujeto que definiría el significado del término carisma televisivo. El M19 en Colombia se tomaría el palacio de justicia en un acto de poder mediático que tan sólo podía ser borrado por un cataclismo. Y llego Armero.

Aún hoy, se desata un escándalo de proporciones inobjetables, capaz de hacer sucumbir los pilares del poder ejecutivo, y aparece después de nueve años de secuestro un agente de policía. En todos estos casos el televidente forma parte activa al tomar partido o dejarse encausar inalterablemente.

Pero esto es tan sólo una escarcha de esa punta del iceberg que debemos construir en el vacío que constituye la democracia catódica del ciudadano. El creer o no creer en los medios, en especial la TV. es solo una parte; representar o no representar deberá ser el fundamento. ¿Existirá esa evolución natural, electromagnética y ahora digital que permitirá al televidente un reencuentro democrático con esa televisión que le ofertamos? La respuesta es afirmativa, pero no le es común a la tecnocracia burocrática de la televisión en la actualidad.

El vacío ha dado paso definitivos e inobjetables en la creación de esa Democracia, lamentablemente esos pasos, que significan sugerencias, como la de Godard, están siendo constantemente obviados por la compleja trama creada a partir de la superoferta televisiva. Actuamos frente a un supuesto: El claro e inobjetable conocimiento del televidente. Los programas contienen lo que el televidente quiere y necesita. Desconocemos, luego de estructurar los paradigmas tecnológicos a partir de los cuales creamos nuestras nuevas narrativas, que el televidente se convirtió en lector experto. El libreto provenía de los géneros y consecuentes sub-géneros (informativos, culturales de ficción y entretenimiento, educativos). Entonces apareció la televisión Real. Necesitamos más ejemplos.

Desde de la aparición estereotipada de Endemol y su Big Brother mucha tinta ha corrido bajo el puente de los eruditos “conocedores” de la televisión, la mayoría basada en los juicios morales derivados del lenguaje “explicito” de este inmoral y poco ético nuevo género. Algunos nos preguntamos entonces si la vida real no era lo suficientemente explicita. El recambio e estas narrativas fue catapultar la necesidad de obviar ese mecanismo de inserción aséptico y mentiroso de la retina del televidente. Pero Big Brother no fue la génesis; desde las “Actualidades Cinematográficas”, anticipo de los noticieros donde se le informaba en cortos documentales de cine a la gente sobre la actualidad, el hombre accedió con soltura a su propia realidad. Los programas de concurso y finalmente los videos de Hidden Cameras que derivaron en los Funniest Home Videos le otorgaron el poder de la creación al televidente; ese que veía sus propios videos, hechos con sus propias cámaras, a través del mismo aparato donde veía esa TV. delimitada por la limpieza de sus formas y contenidos.

El punto final en la construcción de esa televisión Real fue precisamente la posibilidad de volver cada vez más portátiles y ligeras las cámaras. La transmisión de eventos deportivos donde el televisor se convertiría en un apéndice mediático de euforias ajenas, se trasladó a otros eventos de emociones encontradas como la explosión en vivo del Challenger en 1986 y la persecución por las calles de Los Ángeles de O.J. Simpson en 1994, siendo esta último evento, en definitiva, el vacío a través de la cual se crearía una nueva imagen llamada televisión Real, aquella donde nos redescubrimos como seres de carne y hueso con Real World, Survivor, American Idol y toda la televisión que ha encontrado la redefinición de la democracia en mostrar nuestros vecinos y amigos tal cual son, o aparentan ser. Es este uno de los recambios que redefinen la imagen creada en un vacío. No es gratuita la aparición de 24, Lost, Prison Break, Six Feet Under y Desperate Housewives; aun las series se han redefinido radicalmente y sus personajes se parecen tanto a los participantes de los realities que ya no diferenciamos las premisas dramáticas de unos de las acciones de otros. El Vacío crea una imagen y a partir de ella construimos un nuevo paisaje. Incluso un nuevo discurso.

El siguiente paso estará seguramente en la multimedialidad, pero aún el IPod MP4 tiene que tartamudear sus ideas hasta hacer aparecer el Holograma de Álvaro Uribe al pie de nuestra cama con la opción de apagarlo de un zapatazo.

[1] Años después Gilles Deleuze rebanaría este potente aforismo invitando a la filosofía contemporánea a hacer lo mismo con las ideas…”las ideas justas son ideas que se ajustan a las significaciones dominantes, a las consignaciones establecidas.”…”debemos jugar al tartamudeo de las ideas, debemos pensar justamente en las ideas”.

[2]
La serie de televisión francesa “seis por dos” de Godard, indicó algo que desconocemos día a día en el desarrollo de la idea y los recursos expresivos audiovisuales de la TV.: La sugerencia y la Sugestión. Godard adjudica al aparato receptor la capacidad de vislumbrar la posibilidad de saltar sus reglas, de establecer nuevas escrituras para un espectador inteligible.


[3] El pasado 8 de mayo un artículo de David Bauer fue publicado por varios portales de noticias, su título: Where have the TV viewers gone? En él se describe como algunas familias se han dedicado a actividades diferentes a sentarse al frente de su TV., una de estas familias por ejemplo describía que “era increíble la atención provocada con la aparición de la serie 24”, lo increíble es notar que 24 sigue al aire pero sus seguidores ahora son menos.

"I remember when `24' was on, that was something there was a lot of interest and excitement about," he said. News flash: "24" is still on. Its ratings are down, too, amid a critically savaged season.

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