viernes, 25 de mayo de 2007

El cultivo hegemónico y la Televisión recipiente.

Charles Darwin visionó en la Selección Natural un proceso que siempre hemos vuelto absolutista a las ciencias naturales entendidas para los demás seres vivos (es la mejor manera de comprender que somos tan animales como los animales a pesar de la evolución).
Por su extensión, no sólo metafórica sino también científica, el hombre debería hacer parte de esta relación de adaptabilidad a un entorno.
Al definir entonces los conceptos que llevan a un hombre a relacionarlo correlativamente con la sociedad, hemos entendido que su inscripción en la ciudadanía cultural es proclive a hacerlo objeto de procesos de adaptación. Vamos por parte.
El cultivo de las ideas, como era entendida por el latín románico la cultura, lentamente cedió paso a la civilización, pero el romanticismo separó las dos palabras para determinar dialécticamente cada cosa en su lugar; y para complicarnos lingüísticamente la vida. En conclusión un hombre civilizado no necesariamente sería culto y un hombre culto no necesariamente sería civilizado. Así nació el primer proceso para la categorización del individuo. Además también nos dio la primera posibilidad de llamar a los demás: primates, salvajes, bárbaros y brutos. Los griegos crearon y amoldaron el occidente aunque el oriente era más vasto y clásico de lo que pensábamos; sólo con los años volveríamos la mirada a este lado del planeta para importar el yoga y sus derivados snob. Los hermeneutas continuaron con Colón, quien de manera errónea nombró indios a un grupo de cultos con civilización que nada tenían que ver con la India. Aun así, no calificaban en la primera lista Aria superior y tuvieron que adaptarse para la redención de los pecados. El sol ya no sería más un Dios pero si el sustento para entender el efecto invernadero y nuestro proceso de adaptación a partir de factores de protección frente a los rayos ultravioleta. De cualquier forma, adaptarse o morir era una premisa. Los africanos tenían su cultura pero siendo incivilizados había que catequizarlos, extraña mezcla de categorización eclesiástica en salsa termidor (para el que no se civilizara siempre existía el perdón de los pecados a la brasa). Después de colonizados y adaptados mentalmente para liberarnos, llegó la moda, y con ella, las estrategias de imitación donde los más pobres se querían vestir como los más ricos y estos a su vez para mostrar rasgos de distinción introducían en sus ropajes modos, o mode como dirían los franceses, maneras y mecanismos para confeccionar de forma diferente los ropajes que a su vez volverían a ser imitados por los más pobres…y así sucesivamente. Ya no había que adaptarse al clima sino a los cánones dictados por la era industrial. El mundo entero se liberó y cada población, con excepción de los judíos, creó su propio acopio de culturas para comenzar a nombrarse poseedores de un folklore y una identidad. El nacionalismo se puso entonces de moda y había que adaptarse a la diferencia…y a los limites demográficos y territoriales, para el sostenimiento de esas fronteras únicas de cultura.
Después llegaron los guetos y resultó que había que adaptarse a subculturas que, misteriosamente, resultó que hacían parte de culturas alejadas por miles de años y kilómetros. Así que adaptarse a esta situación produjo resquebrajamientos sustanciales que ya no permitían que el hombre fuera uno allí y otro allá; es aquí donde nace el sentido de lo pluricultural alrededor del planeta; entonces, llegó la televisión, y un nuevo caldo de cultivo había nacido, el televidente sería lo que la televisión quería que fuese y creó una manera de nombrar ese nuevo proceso de adaptación. Le llamó globalización.
La televisión se erigió como el primer apéndice mediático y ha dado paso a la revolución electromagnética y digital que nos convierte en dependientes accesorios de lo que pasa a lo largo, ancho, alto y profundo del globo. Ahora mismo estoy tratando de adaptarme: bajo la mirada atenta de una sobrina de once años, intento grabar un video con un nuevo apéndice multimedial con el que además puedo tomar fotos, oír música y hasta hablar por teléfono.
Por eso y por mucho más, la televisión es y será el objeto de todas las miradas, y aun cuando su aniversario número cien es tan difícil de ubicar como el santo grial, de ella dependemos enteramente para las emociones más primarias que nos vuelve seres aptos para adaptarnos o de des-adaptarnos según el grado de democracia que en ella instalemos en el futuro.

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