miércoles, 1 de junio de 2011

El Eco.





Hace mucho tiempo no soy admirador del fútbol colombiano. Si expusiera las largas razones, incluyendo la agresión que sufrí por parte de un hincha del América en 1999, desviaría la intención de estas breves líneas. Pero hoy hablaré de fútbol, y se me enredará la colombianada. Así es la televisión y sus procesos de recepción activa.
Son muchas las veces que se ha intentado determinar los cánones valorativos que analizan el proceso de percepción televisiva. Como lo he dicho en varias oportunidades, ninguno como el de la mediación, por afecto emocional o incluso, por hostilidad manifiesta. Muchos saben que aborrezco la espontánea manifestación del “hinchismo” que producen los equipos que ganan todo. Esa que ocurrió comenzando este milenio con Boca Juniors, convoca hoy en día a los “hinchas del fútbol” con el Barcelona. Confieso que le hice fuerza al Manchester el sábado mientras me mordía la lengua viendo jugar a Mascherano, a Xavi, a Iniesta y claro, al que llaman Lionel. Podrá existir cualquier otro adjetivo que califique la gesta de este club, en eso son expertos los cronistas deportivos cuando llevan al castellano, en tensión máxima, a través de metáforas absurdas; pero la verdad, ese equipo está armado de cuatro enanos que no son jugadores de futbol, son los mejores empleados de una empresa. O quién podría explicar que a un jugador lo devuelvan casi sesenta metros en la cancha, lo pongan en una posición como la de libero, y de repente sea el mejor libero del mundo. El buen trabajador desempeña su trabajo sin importar el puesto y las condiciones. Si repasamos las líneas del equipo nos encontramos con un macizo convaleciente de cáncer que despierta admiración, y un petardo marrullero y “güevero”, como diríamos antaño, que hoy goza de la atención de un “diva” criolla. Aquí volvemos a la televisión. Ese es nuestro asunto.
No hay nada más maravilloso que ponerse una cita con el aparato para ver el espectáculo. Y en Inglaterra, saben casarse y saben de transmisiones de fútbol. La repetición de las patadas de entrenamiento en imágenes lentas ponen hasta el obrero Rooney en la pléyade de los semidioses (como verán, lo del periodismo deportivo es contagioso). La salida de los equipos tiene un protocolo y una etiqueta que más parece un ballet dispuesto para las cámaras. Cada uno de los movimientos de cámara son como los de Chespirito, fríamente calculados. El detalle no obstante de aquella camarita que cuelga traviesa por los aires, desnuda la fragilidad de apreciación del “profe” Carlos Antonio y otros innombrables. La acción del primer gol demuestra que uno de los enanos hace una jugada donde todos, menos Pedro, quedamos imaginando el balón ir para un lado cuando en realidad, Xavi tuerce el pescuezo de aquí para allá sin dar mayores pistas. Aquella camarita demuestra que en el Barcelona trabajan cuatro, y los demás, incluso Villa, son zánganos útiles.
Ese fue el eco que me quedó. La televisión es un deleite para entender como la táctica de llevar un balón de un lado para otro tiene un método practicado en rigor. El Manchester, bueno, al Manchester la agradezco la invitación a haber soñado con detener el aura catalana, que ahora rimbombante, merced de la televisión nacional, se jacta de tener un colombiano adoptivo por salir con una monita que vive en Miami. Así es la televisión, si no generará pasiones no existiría. Si no existiera no veríamos lo que vemos porque simplemente no tendríamos esa maravillosa invitación de sentarnos por un rato, a ver qué. El relato culminó en un detalle en primer plano del momento en el que me muestran el acto donde se graba en el metal, el ganador de la gesta. Es un relato redondo que termina con la pólvora que seguro Alonso nunca verá en Medellín.
Aun embebido de ver jugar a cuatro de los mejores jugadores que jamás haya visto, ayer veía una ola verde que no era política. No entendía para donde iba todo el mundo al ver el estadio apagado. Cuando llegué a mi casa lo supe. Iban a pegarse del televisor, para vivir el ritual de ser fieles fanáticos de un equipo de fútbol. No le presté atención, el fútbol colombiano está en manos de unos productores (me jacto de decir que conozco algunos) que no entienden las estructuras del relato. Tampoco les importa, eso también es lo maravilloso del fenómeno televisivo; el collage de imágenes que sin sentido van para donde el balón vaya, lo único que debe proveer en su contexto informativo es que el uno gane y el otro pierda. Es una colombianada total. Y allí estuvo el nuevo eco, escuchando a los hinchas del Nacional encontré la valida argumentación de que los televidentes somos unos espectadores dramatúrgicos, y que existe un coro que certifica la emoción: el gol.
Me devuelvo de AXN unos cuarenta y cinco canales de un solo botonazo, miro cual es el escandalo de "Pezzuti, Pezzuti" en la calle. Veo a un loco que le dicen "viejo" que grita. Programo el sleep viendo Discovery, y me entrego al masaje electromagnético.


Mauricio V.

http://www.youtube.com/watch?v=ai3721KxRg0

1 comentario:

Alejandra Castaño + Mauricio Velásquez dijo...

http://elcajonteve.blogspot.com/2011/06/el-eco.html?spref=fb